Migración como alternativa de vida
- Iván
- 29 jun 2022
- 2 Min. de lectura

Aún recuerdo ese 14 de agosto del 2005. Estábamos reunidos un grupo de amigos, fanáticos del deporte para más detalles, esperando a que llegara el turno a la oriunda del municipio de Martí, en la occidental provincia de Matanzas.
Y vaya sorpresa cuando vimos volar el implemento. Parecía que jamás iba a aterrizar. Y vaya que sí lo hizo, pero en una distancia no alcanzada hasta ese entonces. Los 71.70 metros eran la huella de Osleidys Menédez en el lanzamiento de la jabalina tierras finlandesas.
Incontables fueron los logros de esta mujer durante su extensa carrera deportiva. Sus medallas ocupaban todo el espacio en aquel vistozo altar que había dedicado en el que otrora fuera su hogar. Sí, porque hace apenas unos días Osleidys llegó a los Estados Unidos tras una larga travesía migratoria. La misma que han vivido muchos de sus coterráneos y coterráneas en los meses del actual año. Funesto en todos los sentidos para una nación que ve impávida partir a sus hijos e hijas.

Mucho se ha debatido en apenas 48 horas -luego de aparecer la noticia- en las redes sociales. Solo la propia atleta sabe la razón que la llevó a poner su vida en riesgo para alcanzar tan cosotosa meta. En entrevista con Julita Osendi para Cibercuba la yumurina destacó el ostracismo al que son recluidas las glorias deportivas una vez que se acogen al retiro y la desatención por las autoridades.
El caso de esta matancera no es el único, pero sí el más reciente. Los deportistas -en activo o no- salen del país en busca de mejores opciones económicas. No es delito recibir retribución por lo que se hace bien.
Partir a tierras distantes, lejos de familia y amigos, en pos de un sueño prometido muchas veces en su tierra y casi siempre incumplido es el precio a pagar. Hay que usar el catalejo y mirarnos, revisarnos muy bien. Algo anda mal cuando las cifras de cubanos que emigran sin importar destino van increscendo.
Las autoridades competentes deberían prestar mayor atención a los atletas, sus familiares, sus conflictos -que no son pocos- y necesidades. Es bien duro levantarse cada mañana a entrenar -sin mencionar los problemas alimenticios o de transporte que sufre la población por igual- teniendo la mente atiborrada de dificultades o el corazón apretado por la angustia.
Retribúyale al deportista lo que se ganó por su constancia y esfuerzo. Garantice al médico, al maestro o al obrero lo que se merece, aquello por lo cual sale en cada jornada sin importar sus vicisitudes. Cuba se desangra con cada partida. Son muchos los que salen en busca de la migración como una alternativa de vida, y que a veces solo encuentra la muerte.
¿Cuántos más deben salir de la Mayor de las Antillas para que las autoridades hagan algo? No basta con justificaciones. Hacen falta accciones. Y de inmediato. De lo contrario, ya no solo será Osleidys, Ismael Borrero o Fernando Dayán Jorge quienes sufran las calamidades de la migración irregular para alcanzar un sueño. Podría ser un padre, un hijo, una esposa o un abuelo. Duele ver esta Cuba dividida entre los que se van y los que se quedan. Sean deportistas, artistas o cubanos de a pie como tú o como yo.
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