Un tritón sin límites
- Iván
- 3 jul 2022
- 3 Min. de lectura

Entre los nombres imprescindibles de la historia del deporte –nacional y mundial- están algunos de quienes llegaron a la práctica del ejercicio físico por los incomprensibles azares de la vida. Se identificaron tanto con la disciplina que lograron convertirse en héroes o heroínas. Incluso, sus marcas se antojan hoy indescifrables.
Jorge Ignacio Crespo Pajés es uno de esos muchachos que ha hecho de la natación parte indispensable de su vida. Con apenas once días debutó como asmático severo. Condición esta que se agravó con el pasar de los años y el aumento de las crisis.
Fueron jornadas difíciles, debido a las constantes infecciones pulmonares que presentaba el niño. Las noches se hacían interminables y los viajes a las instituciones médicas eran continuos. Se desesperaba mucho debido a la falta de aire y nosotros con él. Así evoca la infancia de Jorgito –como le dicen cariñosamente en su localidad- su mamá, Liliam Pajés Mora.
Tras acceder a las peticiones de amigos y médicos de llevar al pequeño a un ambiente cercano al mar como paliativo a su afección, los padres decidieron inscribirlo en natación. Así, en busca de ayuda para la maltrecha salud de este chico, llegaron hasta la escuela Cesáreo Fernández, ubicada al oeste de la capital cubana.

Allí comenzó Jorgito sus largas sesiones de entrenamiento. Al principio creíamos que no podía –dijo Liliam-, pues debía nadar distancias extensas y se cansaba muchísimo. Pero poco a poco se fue adaptando. Su respiración comenzó a mejorar y sus tiempos se hicieron cada vez más breves al completar el recorrido total.
Sus profesores vieron en él un nadador excepcional en el estilo libre, sobre todo en los tramos cortos. Razón por la cual su entrenador en ese entonces decidió enfocar su preparación en los 50 y 100 metros, distancias donde obtuvo lugares cimeros en los certámenes en que participó.

Su rendimiento fue increscendo, razón esta que le permitió intervenir en diversas competiciones, entre ellas los Juegos Escolares Nacionales. En estas citas encontró el colofón a tantos años de dedicación al deporte y la escuela, sí, porque su índice académico fue siempre de los mejores.
De las piscinas Jorgito ha sacado la nada desdeñable cifra de más de medio centenar de preseas de distintos colores. El premio a las arduas jornadas de entrenamiento, donde también se vio involucrada la familia, artífice fundamental.
Jorge Crespo es el papá de este pequeño campeón. No había una mañana en que no saliera bien temprano de casa para llevar al niño a la escuela. Llamativo resultaba para los allí reunidos ver cómo este hombre alentaba a su hijo, o cómo dejaba el alma al borde de la piscina mientras su pequeño tritón acortaba las distancias y dejaba atrás a sus rivales.
Los innumerables esfuerzos encuentran el éxito y la satisfacción luego de tan notables resultados. Jorge (el papá) no puede evitar las lágrimas cuando lo ve encaramado en lo más alto del podio y con su pecho colmado de preseas doradas.
La familia en general vive orgullosa del primogénito. Sin el apoyo de ellos –de todos y cada uno de sus miembros- hubiese sido imposible la concreción de un sueño, ser multimedallista en Juegos Escolares y un magnífico nadador.
Hoy Jorgito ni se acuerda del asma. Su estado de salud es inmejorable. Ahora su reto es otro, hacerse Licenciado en Psicología por la Universidad de La Habana, carrera que estudia actualmente. Su pasión por las piscinas sigue intacta, aunque ya no entrena con el rigor de antaño. Ahora, reconoce, se enfoca en los estudios y se prepara en los ratos libres para dar batalla en los Juegos Caribe (evento deportivo en múltiples disciplinas que reúne a estudiantes de la más antigua casa de altos estudios en Cuba).
Quizá este campeón algún día regrese a la natación de forma activa. O sirva de ejemplo a muchos jóvenes que como él llegan al deporte en busca de salud y se quedan para siempre.
Comentarios